Oscar Fillola

OSCAR FILLOLA

...Música... Fotografia... Notas...

sábado, 12 de noviembre de 2011

EN EL BORDE




 Justo empezaba a gatear, con escasas fuerzas para mantenerme, cuando mi tía desde el bloque de enfrente, aviso a mi madre, tendiendo en la terraza, que había unas piernas colgando de la ventana de mi habitación…. Carreras, nervios, pero manteniendo la calma, con voz suave para no asustarme, me llamaba mientras abría la ventana de par en par… y allí estaba yo, sentado en el borde de la ventana de un 4º piso… loco por descubrir lo que había allí afuera…
 Por supuesto, ni me acuerdo, ni nadie sabe cómo pude llegar de la cuna a la ventana, subir y sentarme tan feliz… y no caerme… y desafiar el límite del borde entre el suelo firme y el vacio.
 Hace dos o tres años, acompañe a Iván a dormir. Iván necesitaba la compañía de alguien para poder dormirse, y Silvia, mi mujer, y yo, nos turnábamos para acompañarlo y quedarnos a su lado hasta que se dormía…
 Conforme se ponía el pijama, se le empezaron a inflar los mofletes… empezó a hacer pucheros y a llorar desconsoladamente en silencio… lagrimas, respiración entrecortada, labios apretados y en silencio…
 Ante su discapacidad para comunicarse, empecé a buscar los motivos… lo examine por encima buscando alguna marca de golpe en su cuerpo… revise a conciencia la habitación en busca de cualquier pista que me diera información sobre su llanto… pero no encontré nada… absolutamente nada… lo único que podía hacer era abrazarlo y consolarlo para que dejara de llorar… hasta que se fue calmando.
 Con la luz apagada, tumbado sobre dos grandes cojines a los pies de su cama, mientras se dormía, la idea de no haber sido capaz de encontrar la causa se me fue apoderando… me comía la impotencia de no haber podido ser de ayuda para él en esos momentos… el papa que lo arrecla todo, todo y todo, el mecánico que arregla enchufes, grifos, puertas, cabezas y almas no había sido capaz de encontrar el motivo de su tristeza… y entonces me derrumbe… en un montón de lagrimas y mocos… en un montón de suspiros ahogados en silencio para no despertarlo… en un nudo en la garganta que no pasaba ni para arriba ni para abajo… en un dolor en el pecho, entre medio de las costillas, que no me dejaba pensar…
 Es posible que fuese un día 13, no lo recuerdo… o que hubiera luna llena… o demasiadas tensiones en el trabajo… o todo junto, a la vez y acumulado un día tras otro…
 Silvia se había dormido en el sofá y no quería despertarla con mis paranoias, así que busque refugio en la habitación de las guitarras… le enchufe el cable a la negra, me puse los auriculares y subí el volumen a lo que daba…. Empecé a tocar rápido, muy rápido, con sentido y sin sentido, mástil arriba y abajo intentando descargar toda la tensión sobre las yemas de los dedos, intentando que toda esa cantidad de sonido que me llegaba a través de los cascos fuese abriendo hueco en mi cabeza, haciendo espacio en mi mente para pensar con claridad…
 Poco a poco fui dejando de lado la velocidad para centrarme en las melodías que mis tripas le dictaban a mis dedos… busque un ritmo de batería lento y le añadí unas teclas de piano para poder ir tocando encima…
 Cuando decidí que era hora de ir a dormir estaba a punto de sonar el despertador para ir a trabajar… pero las grabaciones ya estaban registradas en el ordenador…
 Al día siguiente era incapaz de pensar en otra cosa. Impotente por no poder llegar por encima de mis posibilidades. Defraudado por haber caído tan pronto sabiendo que el camino es largo… y todas esas melodías, fraseos y pianos rebotando en mi cabeza…
 Tal vez contárselo a Silvia, hablarlo… tomar consciencia de que no soy el más duro, ni el que más aguanta… de que de bajón no llego a ningún sitio, me hizo renovar energías para seguir trabajando con Iván… me hizo darme cuenta de que somos humanos y todo forma parte del juego… Así que volví a encerrarme en la habitación, hasta las tantas y sin ganas de dormir, para poder darle principio y fin a toda esa música amontonada. Días después, entre mezclas, ajustes, arreglos y correcciones, el resultado era “En el borde”.
 El tema arranca con la repetición de un fraseo triste que se va acentuando, como la búsqueda angustiosa de una respuesta inexistente, que desemboca en una caída desesperada en picado, a gritos y vuelve a buscar respuestas… Hacia la mitad del tema hay un cambio en la melodía, hacia tonos mayores. Es un manotazo en la mesa para volver a sentar la cabeza. Ese cambio va cogiendo fuerza, ya la melodía se le van sumando otras, superponiéndose, como cogiendo carrerilla hasta alcanzar la velocidad de ruta de nuevo, acabando con la energía hasta arriba…
 El final, con la repetición de la frase del principio, es como tener los pies en el suelo. Saber que en cualquier momento puede aparecer otra vez… que lo sucedido no es agua pasada, sino una experiencia más, para tener en cuenta en un futuro…
 Para la mayoría seguro solo es música… para muchos un tema “bonito”… algunos llegaran a sentir todas esas sensaciones que explicaba mas arriba… quizás unos pocos puedan llegar a ver en este tema, una mano,… haciendo la función de madre que te separa de la ventana… de esposa que te cede el hombro y te empuja a levantarte…
Al fin y al cabo, como decían los Leño: “… es sólo una canción… y me siento mejor…”
Poneos unos auriculares, subid el volumen y clicad en el boton de "play" que hay aqui debajo... esto es “En el borde” :
En el borde de Oscar skr

jueves, 4 de agosto de 2011

SEÑALES


Hace unos cuantos años se estreno una película, “Señales”, en la que el protagonista, Bruce Willis, no entiende una serie de acontecimientos, que acaban teniendo un sentido al final de la peli. Como película, es más bien floja… más bien mala… pero con un guion que podía haber dado más de si…
 Iván es mi hijo pequeño. Tiene 11 años y es autista. Tiene un problema bastante serio de comunicación. No siente la necesidad de comunicarse con el mundo… y buena parte del tiempo no necesita que el mundo se quiera comunicar con él… Su vocabulario es prácticamente básico, y aunque sabe hablar, leer y escribir no entiende estos medios como forma de comunicarse…
No voy a buscar la comparación entre mi situación y la de la película. De todos modos, para los que quieran buscar situaciones de “difícil explicación”, encontraran curioso que,  por ejemplo, Iván haya dicho mas palabras seguidas cantando que hablando… que le vuelva loco tocar un tambor, y se ciegue sentado en una batería… que es muy sensible a la música, y haya exteriorizado sentimientos como la tristeza, a pucheros y lagrima viva, o la alegría, simplemente ante la escucha de ciertas melodías…    y que curiosamente yo lleve más de 30 años rodeado y entregado al mundo de la música, y por supuesto agarrado a una guitarra…
Puede parecer curioso que ante la precariedad de su lenguaje oral, los educadores y especialistas de Iván, hayan encontrado de mas utilidad el uso de dibujos, pictogramas y fotografías como medio de expresión, para que Iván pueda identificar y exteriorizar sus sentimientos… y que yo lleve desde los 18 años haciendo fotos con intención… desde los ventipocos en el mundo de las réflex… que uno de mis primeros regalos, cuando nací, fue una Werlisa…
Más bien pienso que ha sido al revés. Que desde mi posición, tienda a buscar que cosas me han sido útiles en la vida y me hayan servido para expresar algo, sin la necesidad de usar el lenguaje oral…
Tal vez, todas esas horas que pase en Caspe, todos los veranos, buceando en una balsa de riego, de unos 8 metros de largo por unos 2.5 de ancho, y de la que no había forma de sacarme, también tenga ahora un sentido…
Ahora, en verano, tengo una piscina, de esas hinchables, redonda de tres metros y medio, y poco más de medio metro de altura. Cada día Iván, a eso de las cinco, dice: “ … papa… bañador… piscina…”. Y me he dado cuenta de que en esa hora larga que pasamos, la mayor parte del tiempo, sumergidos en ese poco más de medio metro de altura de agua, nos tratamos de tú a tú. Somos los dos igual de autistas bajo el agua, y creo que puedo llegar a entender su forma de ver la vida... El sonido llega distorsionado, sin fuerza y sin significado. No necesitamos hablar, simplemente nos entendemos. Estamos completamente aislados del mundo exterior… y la mirada más larga que cruzamos, con los ojos rojos por el cloro, son esos dos segundos antes de que el agua se rompa en miles de burbujas en forma de carcajada…  y no necesitamos más tiempo que el necesario para coger aire para volver a sumergirnos otra vez… debajo del agua… que es donde más a gusto nos encontramos…