Oscar Fillola

OSCAR FILLOLA

...Música... Fotografia... Notas...

jueves, 4 de agosto de 2011

SEÑALES


Hace unos cuantos años se estreno una película, “Señales”, en la que el protagonista, Bruce Willis, no entiende una serie de acontecimientos, que acaban teniendo un sentido al final de la peli. Como película, es más bien floja… más bien mala… pero con un guion que podía haber dado más de si…
 Iván es mi hijo pequeño. Tiene 11 años y es autista. Tiene un problema bastante serio de comunicación. No siente la necesidad de comunicarse con el mundo… y buena parte del tiempo no necesita que el mundo se quiera comunicar con él… Su vocabulario es prácticamente básico, y aunque sabe hablar, leer y escribir no entiende estos medios como forma de comunicarse…
No voy a buscar la comparación entre mi situación y la de la película. De todos modos, para los que quieran buscar situaciones de “difícil explicación”, encontraran curioso que,  por ejemplo, Iván haya dicho mas palabras seguidas cantando que hablando… que le vuelva loco tocar un tambor, y se ciegue sentado en una batería… que es muy sensible a la música, y haya exteriorizado sentimientos como la tristeza, a pucheros y lagrima viva, o la alegría, simplemente ante la escucha de ciertas melodías…    y que curiosamente yo lleve más de 30 años rodeado y entregado al mundo de la música, y por supuesto agarrado a una guitarra…
Puede parecer curioso que ante la precariedad de su lenguaje oral, los educadores y especialistas de Iván, hayan encontrado de mas utilidad el uso de dibujos, pictogramas y fotografías como medio de expresión, para que Iván pueda identificar y exteriorizar sus sentimientos… y que yo lleve desde los 18 años haciendo fotos con intención… desde los ventipocos en el mundo de las réflex… que uno de mis primeros regalos, cuando nací, fue una Werlisa…
Más bien pienso que ha sido al revés. Que desde mi posición, tienda a buscar que cosas me han sido útiles en la vida y me hayan servido para expresar algo, sin la necesidad de usar el lenguaje oral…
Tal vez, todas esas horas que pase en Caspe, todos los veranos, buceando en una balsa de riego, de unos 8 metros de largo por unos 2.5 de ancho, y de la que no había forma de sacarme, también tenga ahora un sentido…
Ahora, en verano, tengo una piscina, de esas hinchables, redonda de tres metros y medio, y poco más de medio metro de altura. Cada día Iván, a eso de las cinco, dice: “ … papa… bañador… piscina…”. Y me he dado cuenta de que en esa hora larga que pasamos, la mayor parte del tiempo, sumergidos en ese poco más de medio metro de altura de agua, nos tratamos de tú a tú. Somos los dos igual de autistas bajo el agua, y creo que puedo llegar a entender su forma de ver la vida... El sonido llega distorsionado, sin fuerza y sin significado. No necesitamos hablar, simplemente nos entendemos. Estamos completamente aislados del mundo exterior… y la mirada más larga que cruzamos, con los ojos rojos por el cloro, son esos dos segundos antes de que el agua se rompa en miles de burbujas en forma de carcajada…  y no necesitamos más tiempo que el necesario para coger aire para volver a sumergirnos otra vez… debajo del agua… que es donde más a gusto nos encontramos…